miércoles, 20 de febrero de 2008

Transexualidad

Vaya por delante, antes de comenzar, que yo respeto que cada uno haga con su propio cuerpo lo que le venga en gana, faltaría más.
En los últimos tiempos me ha llamado mucho la atención la redefinición de este concepto. Antes un transexual era alguien que "había cambiado de sexo", y quien no llegaba a eso se le llamaba travesti. Hoy en día se le llama transexual a cualquier tío que se haya hormonado y puesto un par d e pechos de silicona o a una mujer que ya se afeite por la misma razón.
Pero, realmente ... ¿hay un cambio de sexo? Para mí, no. Al final viene a ser un disfraz más o menos sofisticado que te hace bastante semejante a una persona del sexo opuesto, pero nada más. Ni te cambian los cromosomas ni consigues unos verdaderos órganos sexuales. Salvando las distancias, una operación de cambio de sexo no es más que una forma de tunera el cuerpo, como meterse bolas bajo la piel o cuernos de escayola pegados al hueso en la frente. Digo salvando las distancias porque este tipo de operaciones obedecen supuestamente a una necesidad del individuo (una necesidad, por cierto, que sin entrar a valorarla, está considerada como un trastorno mental).
Este colectivo ha tenido desde hace años una serie de reivindicaciones para normalizar su situación. Una de las principales la ha resuelto ZP con su famosa ley de identidad sexual, aunque para mí llegado a lo grotesco y lo imbécil (como cuando quería suprimir los términos padre y madre), permitiendo que, sin "cambio de sexo", yo pueda ir mañana a un juzgado y rebautizarme como Macarena. Y en la que todavía siguen (aunque ya la tienen cumplida en algunas comunidades, como Andalucía), es que la Seguridad Social les pague sus operaciones ... ¡Como si no hubiese cosas más urgentes que hacer y en qué emplear el dinero! ¿No tendrían derecho también, por la misma razón, aquellos que necesitan que se les implante un falo en la frente para sentirse realizados?
Los transexuales, en general, sufren de un cierto rechazo a la hora de ser contratados para muchos trabajos. La verdad es que es algo hasta cierto punto comprensible para los empleos de cara al público. Sobre todo para el caso de los "cambios" hombre-mujer, los resultados son muy frecuentemente grotescos. Las hormonas pueden hacer que las caderas se redondeen, que deje de crecer la barba, que tenga menos bello, pero no puede disimular, si las tiene, las facciones pronunciadas de la cara de un hombre, ni el tamaño de sus manos y de sus pies. No a todo el mundo le "queda bien" el cambio, y muchos terminan pareciendo, sencillamente, hombres disfrazados, casi al nivel de martes y trece o los morancos. Y, desde luego, a mí no se me ocurriría, por hacer una extrapolación, ir a pedir trabajo disfrazado de Espinete, con un traje de chaqueta por encima, por muy elegante que sea.
Entiendo que su situación es difícil, pero cada uno tiene que asumir las consecuencias de su propia excentricidad y sobre todo asumir que el respeto y la dignidad se la gana uno mismo (como demostraron los gays) a base de orgullo propio y no del victimismo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Chei dixo...

A ver por onde comezo... É vostede moi valente, sr. Kaviardo, afrontando un tema complicado como este. Córrese, ao facelo, o serio risco de dicir moitas barbaridades e inexactitudes. Vaiamos por partes:
1. A transexualidade a primeiros dos oitenta estaba considerada un trastorno mental no DSM (que o manual diagnóstico que se sege para precisar se algo é enfermidade ou non). Sen embargo agora xa non está valorada como tal. Vostede sabe que o trastono mental está bastante relacionado co que a sociedade considera nun determinado momento. Por exemplo, nos anos 50 a homosexualidade era un trastorno porque non había unha aceptación social desa forma de ser.
2. Non vexo ningún problema en que, como di, vostede vaia mañán ao xulgado e se cambie de sexo. Se para vostede é unha necesidade vital, por que non o ha facer? Pois ben, aqueles que o precisan de verdade, que o fagan. Como moitas veces se fan cos nomes que non nos gustan. Non hai xente que pasou de chamarse Eufrasio a Daniel, porque o consideraba máis cool.
3. No traballo cara ao público, ao contrario do que poida parecer, o físico non é o máis relevante. O que importa é que a persoa que che atende sexa amable, agradable, afable ( todo o "able" que queira) e que pense no cliente. Que teña pelos no bigote, olleiras ou voz de garrafón pouco interesa.
Por último, entendo a súa postura en canto ao pago das operacións por parte da SS. Pero se existe un informe médico no que a mala situación psiquica dun paciente é consecuencia dunha insatisfacción provocada por sentirse home nun corpo de muller, que problema hai en que a SS corra cos gastos dun tratamento que inclúa unha operación de cambio de sexo?

Saúdos.

Anónimo dijo...

Soy Curriolo.
Comparto la argumentación del sr. Chei. El sr. Kaviardo comete el común error de la derechona de este Estado, de considerar todo lo relacionado con el sexo, o mejor dicho, con la sexualidad de las personas, con algo malo, con algo vicioso. Cuando hablo de este tema con alguién que opina como el sr. Kaviardo, siempre les pregunto, "¿y si esto le ocurriese a tu hijo/a?". A partir de ese momento empiezan a balbucear y finalmente dicen, "ese no es el tema"." Te contestan así porque piensan que eso no les va a ocurrir a ellos ni a nadie de su entorno. Qué ilusos.
Salud.

Anónimo dijo...

Reviste bien sus fuentes, señor Chei, y comprobará que el DSM todavía considera la transexualidad como un trastorno mental (y no lo digo yo, lo dice hasta el ultrazapateril y nada sospechosos transexual Carla Antonelli). Y ya que hace referencia a la homosexualidad, igualmente fue considerada un trastorno mental hasta los años 70. Ahora bien, quiero pensar que ha dejado de ser así porque la ciencia, al evolucionar, ha determinado que no es así, no por una cuestión de aceptación social.
Con respecto a trabajar de cara al público, no soy tan optimista como usted. Todos en este país somos muy abiertos de mente hasta que llega la hora de la verdad (piense, por ejemplo, que ni el más progre elegiría como canguro de sus hijos a un hombre, en parte por perjuicios sexistas, en parte con la sombra de la pederastia planeando por la mente).

Con respecto al señor curriolo, le agradezco su costumbre de pretender describir mis ideas antes de que lo haga yo mismo, pero de nuevo se equivoca. Yo no condeno ningún tipo de práctica sexual de mútuo consentimiento, incluídas, por ejemplo, la coprofagia. Cada uno es libre de hacer lo que le de la gana en su casa y con su cuerpo, faltaría más. Y si tuviese un familiar transexual, tendría la misma opinión que ahora.

Un saludo.

Kaviardo

Anónimo dijo...

Chei dixo...
Non acabo de entender o exemplo do canguro. Eu falo de traballos para o público e só quero poñer de manifesto a importancia que nestes posúe a amabilidade e o "don de xentes" fronte á apariencia física. Considera vostede a unha babysitter un traballo cara o público? Non o entendo. Que quere dicir: que os transexuais non son axeitados para ese traballo? Mellore as súas exemplificacións, sr. Kaviardo.
PD: non revisei o último DSM (o IV-R) cando o faga non terei incoveniente en rectificar a miña afirmación.

Anónimo dijo...

El resumen de mi exposición sería la pregunta ¿usted contrataría en un trabajo de cara al público a Carmen de Mairena? Sí, ya sé que es un ejemplo extremista, pero probablemente la mayoría de los transexuales se parezca más a ella que a Dana Internacional (cuestión de genética y de pecunia).
Saludos.