En los últimos tiempos me ha llamado mucho la atención la redefinición de este concepto. Antes un transexual era alguien que "había cambiado de sexo", y quien no llegaba a eso se le llamaba travesti. Hoy en día se le llama transexual a cualquier tío que se haya hormonado y puesto un par d e pechos de silicona o a una mujer que ya se afeite por la misma razón.
Pero, realmente ... ¿hay un cambio de sexo? Para mí, no. Al final viene a ser un disfraz más o menos sofisticado que te hace bastante semejante a una persona del sexo opuesto, pero nada más. Ni te cambian los cromosomas ni consigues unos verdaderos órganos sexuales. Salvando las distancias, una operación de cambio de sexo no es más que una forma de tunera el cuerpo, como meterse bolas bajo la piel o cuernos de escayola pegados al hueso en la frente. Digo salvando las distancias porque este tipo de operaciones obedecen supuestamente a una necesidad del individuo (una necesidad, por cierto, que sin entrar a valorarla, está considerada como un trastorno mental).
Este colectivo ha tenido desde hace años una serie de reivindicaciones para normalizar su situación. Una de las principales la ha resuelto ZP con su famosa ley de identidad sexual, aunque para mí llegado a lo grotesco y lo imbécil (como cuando quería suprimir los términos padre y madre), permitiendo que, sin "cambio de sexo", yo pueda ir mañana a un juzgado y rebautizarme como Macarena. Y en la que todavía siguen (aunque ya la tienen cumplida en algunas comunidades, como Andalucía), es que la Seguridad Social les pague sus operaciones ... ¡Como si no hubiese cosas más urgentes que hacer y en qué emplear el dinero! ¿No tendrían derecho también, por la misma razón, aquellos que necesitan que se les implante un falo en la frente para sentirse realizados?
Los transexuales, en general, sufren de un cierto rechazo a la hora de ser contratados para muchos trabajos. La verdad es que es algo hasta cierto punto comprensible para los empleos de cara al público. Sobre todo para el caso de los "cambios" hombre-mujer, los resultados son muy frecuentemente grotescos. Las hormonas pueden hacer que las caderas se redondeen, que deje de crecer la barba, que tenga menos bello, pero no puede disimular, si las tiene, las facciones pronunciadas de la cara de un hombre, ni el tamaño de sus manos y de sus pies. No a todo el mundo le "queda bien" el cambio, y muchos terminan pareciendo, sencillamente, hombres disfrazados, casi al nivel de martes y trece o los morancos. Y, desde luego, a mí no se me ocurriría, por hacer una extrapolación, ir a pedir trabajo disfrazado de Espinete, con un traje de chaqueta por encima, por muy elegante que sea.
Entiendo que su situación es difícil, pero cada uno tiene que asumir las consecuencias de su propia excentricidad y sobre todo asumir que el respeto y la dignidad se la gana uno mismo (como demostraron los gays) a base de orgullo propio y no del victimismo.
Pero, realmente ... ¿hay un cambio de sexo? Para mí, no. Al final viene a ser un disfraz más o menos sofisticado que te hace bastante semejante a una persona del sexo opuesto, pero nada más. Ni te cambian los cromosomas ni consigues unos verdaderos órganos sexuales. Salvando las distancias, una operación de cambio de sexo no es más que una forma de tunera el cuerpo, como meterse bolas bajo la piel o cuernos de escayola pegados al hueso en la frente. Digo salvando las distancias porque este tipo de operaciones obedecen supuestamente a una necesidad del individuo (una necesidad, por cierto, que sin entrar a valorarla, está considerada como un trastorno mental).
Este colectivo ha tenido desde hace años una serie de reivindicaciones para normalizar su situación. Una de las principales la ha resuelto ZP con su famosa ley de identidad sexual, aunque para mí llegado a lo grotesco y lo imbécil (como cuando quería suprimir los términos padre y madre), permitiendo que, sin "cambio de sexo", yo pueda ir mañana a un juzgado y rebautizarme como Macarena. Y en la que todavía siguen (aunque ya la tienen cumplida en algunas comunidades, como Andalucía), es que la Seguridad Social les pague sus operaciones ... ¡Como si no hubiese cosas más urgentes que hacer y en qué emplear el dinero! ¿No tendrían derecho también, por la misma razón, aquellos que necesitan que se les implante un falo en la frente para sentirse realizados?
Los transexuales, en general, sufren de un cierto rechazo a la hora de ser contratados para muchos trabajos. La verdad es que es algo hasta cierto punto comprensible para los empleos de cara al público. Sobre todo para el caso de los "cambios" hombre-mujer, los resultados son muy frecuentemente grotescos. Las hormonas pueden hacer que las caderas se redondeen, que deje de crecer la barba, que tenga menos bello, pero no puede disimular, si las tiene, las facciones pronunciadas de la cara de un hombre, ni el tamaño de sus manos y de sus pies. No a todo el mundo le "queda bien" el cambio, y muchos terminan pareciendo, sencillamente, hombres disfrazados, casi al nivel de martes y trece o los morancos. Y, desde luego, a mí no se me ocurriría, por hacer una extrapolación, ir a pedir trabajo disfrazado de Espinete, con un traje de chaqueta por encima, por muy elegante que sea.
Entiendo que su situación es difícil, pero cada uno tiene que asumir las consecuencias de su propia excentricidad y sobre todo asumir que el respeto y la dignidad se la gana uno mismo (como demostraron los gays) a base de orgullo propio y no del victimismo.