sábado, 24 de mayo de 2008

¿El crepúsculo de los dioses?

Curioso es el fenómeno que se vive desde los 60 en todo el mundo. La fe cristiana va cuesta abajo en todo el mundo (quizás menos en Hispanoamérica), y las causas pueden tener su lógica: la tecnocracia, el abuso de parte de la jerarquía eclesiástica en el pasado, el auge de las ideologías de izquierdas ...
Sin embargo, paralelamente al desprecio creciente que despierta al cristianismo, el parte por culpa de quien desde los medios de comunicación cultiva la imagen de la Iglesia como un club de pederastas y puteros, hay un auge de movimientos supuestamente espirituales, que son superchería descarada.
Hoy en día está casi mal visto socialmente ir a misa, pero se considera un signo de distinción o categoría la conversión al Islam o al budismo. Ahora creer en Dios es ridículo, pero muchos de los que así lo piensan creen en la Astrología, el Karma y dan veracidad a cualquier imbecilidad orientalista de energías interiores o exteriores, alquimia corporal o lo que se tercie. Por poner un ejemplo, cualquier persona interesada que consulte un mapa de constelaciones, comprobará que en el mismo eje en el que están las de los 12 signos del Zodíaco occidental hay una decimotercera, llamada Ofiuco. Hace 12 ó 13 años (aunque la constelación ya era conocida desde mucho antes), hubo una iniciativa para incluir, como es lógico, esta constelación dentro del Horóscopo. Incluso recuerdo que algún periódico o revista se atrevió a publicar durante algún tiempo predicciones periódicas para este signo. Esta iniciativa, obviamente, cambiaba los signos de nacimiento de la mayoría de la gente, desacreditaba predicción hecha hasta ahora para su signo, y por tanto echaba por tierra todo lo que se había hecho en Astrología hasta el momento. Por tanto se optó por diluir la noticia poco a poco e ingnorarla sin dar explicaciones hasta ahora.
Prueba de todo ello es la moda de la falacia conspianóica que inauguró nuestro oriundo J. J. Benítez en los 70 con su hilarante "Caballo de Troya", y continúa hasta nuestros días, por ejemplo, con "El Código da Vinci" del iletrado Dan Brown. La fórmula es sencilla. Cójase cualquier suceso de historia antigua con una cierta incertidumbre (preferentemente que tenga que ver con el cristianismo, por el morbo asociado), constrúyase cualquier falacia sobre ella y escríbase un libro, cuanto más ridículo mejor. Si el márketing es adecuado, se venderá de maravilla. Puede sonar exagerado, pero es completamente verídico ¿cómo si no van a ser "best seller" mundiales un libro en el que se dice que las aureolas circulares de los santos representan el casco de una escafandra y otro en el que, en su primera página, se sitúa a Luis XVII de Francia en el Renacimiento?
Como decía Chesterton, desde que el hombre no cree en Dios, cree en cualquier cosa.

jueves, 8 de mayo de 2008

Va de nacionalismos

No deja de sorprenderme la actitud de determinados individuos de la progresía mal llamada intelectual y mediática de tolerar los nacionalismos separatistas según de dónde vengan.
Los nacionalismos vasco y gallego, el imperialismo catalán; el separatismo de esa nación terrorista que es Chechenia, o la de autonomías gobernadas por grupos terroristas, como Palestina ... son tolerados e incluso justificados. No hablemos, sin embargo, ya no de las intenciones separatistas, sino de la presunción de identidad y desmarque del imperio catalán de Valencia, porque será censurado y ridiculizado enseguida.
No he visto, sin embargo, condenar a Marruecos por su invasión y extorsión al Sahara, ni tampoco a China por lo mismo con respecto al Tíbet. Eso sí, el separatismo naciente Boliviano es producto de una conspiración entre Estados Unidos, Repsol y Aznar para desestabilizar el país y truncar el triunfo legítimo de la revolución Bolivariana (la toma de Sudamérica por pseudodictadores bananeros semianalfabetos, en cristiano).
Por eso cuando un artista extranjero (por ejemplo luchadores de Pressing catch) viene a España, no terminan de entender determinadas cosas. Mucha gente no sigue, y menos se emocionan, siguiendo a Lilian García cantando el escobariano tema de "¡Que viva España!", y HHH y Jericho no terminan de entender por qué es el único país en el que la mayoría de la gente no se emociona y vitorea cuando, al ganar un combate levantan, extienden o incluso cuelgan de un poste la bandera nacional. Eso sí, todos nos unimos en coro para llamarle hijo de puta a Carlitos.