miércoles, 3 de noviembre de 2010

Feminismo vergonzante

Me parece muy triste como de manera cada vez más frecuente se banaliza la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres utilizando gratuitamente el calificativo de "sexista" de manera interesada por determinados colectivos feministas.
Resulta que políticas tan mediocres como Leire Pajín o Bibiana Aído tienen que gozar de una bula que les proteja de cualquier crítica sólo por ser mujeres jóvenes. Cualquier crítica razonable o no que hayan recibido a lo largo de su carrera pública se ha calificado como machista para mostrarlas como víctimas y ocultar su incompetencia. Es una lástima que quieran obviar el hecho de que la categoría otorga el puesto y no al revés. Si fuese española, Margaret Thatcher sentiría una tremenda vergüenza ajena por todo este circo de feministas patéticas y sus coros adjuntos. A ella ninguna ridícula medida de paridad para la galería le regaló las cuatro mayorías absolutas como primera ministra de Gran Bretaña en una época teóricamente mucho más restrictiva para la mujer. Pero ella tenía valía y ovarios, que es lo que cuenta para conseguir los objetivos. ¿Alguien cree que una mujer realmente válida no se sentiría avergonzada de ser sospechosa de ocupar un puesto simplemente por una ley de cuotas?
La obligación de los estados es velar por la igualdad de derechos, no la de intentar modelar a la fuerza una sociedad según las cosmovisiones de cuatro iluminadas feministas y de políticos oportunistas de turno. Ya sabemos que hay pocos enfermeros y pocas ingenieras, que hay más periodistas mujeres y más cantautores hombres. ¿Y qué? ¿No le entra en la cabeza a esta gente que hoy en día todo el mundo es libre de orientar su vida hacia donde le de la gana? ¿No podría ser que las diferencias de profesionales en diferentes sectores se pueden deber simplemente a la afinidad? ¿Eso es malo? ¿Tiene que haber a narices más empresarias si las mujeres no optan por emprender?
El otro día una popular tuitera de izquierdas se indignaba porque este año no le han concedido el premio Nobel a ninguna mujer. ¿Vamos a poner cuotas también en eso? Podemos discutir si en una determinada categoría hay alguna mujer que se merezca el premio y todavía no se lo hayan dado, pero siempre por ser alguien destacado en su rama, nunca por su sexo. Tan machistas son los de la academia que la única persona con dos premios es Marie Curie, ambos indiscutiblemente merecidos y en una época infinitamente más sexista que la actual.
Y si retrocedemos casi cien años, vemos como Rosalía de Castro fue el buque insignia del Romanticismo español, otra muestra de que el talento puede más que una época completamente hostil para la mujer.
¿Qué quiero decir con todo esto? Que quizás si no hay más mujeres destacadas en política, en ciencia o como artistas (por poner ejemplos populares) es porque hay muchas menos mujeres que hombres interesadas en emprender esos caminos que hombres, lo cual no es ni bueno ni malo, como tampoco lo es que en la profesión de periodista los varones sean minoría (por poner un ejemplo).
Si el consejo de guardianas de la Revolución Feminista busca donde centrar sus críticas, yo les sugiero la mayor fuente de argumentos machistas que existe: las revistas "para mujeres". Si bien las revistas "para hombres" pueden ser criticables por llenar sus portadas y algunas páginas centrales con "tetas y culos", el resto de su contenido corresponde a una revista mejor o peor hecha que podría llegar a interesar a cualquier lector con independencia de su género. Sin embargo, las revistas "femeninas" están copadas de banalidades, cotilleos, horóscopos, moda y test de autoayuda tan espeluznantes como "Averigua si tu pareja te quiere o debes romper con ella". Si las mujeres necesitan ver a las "divinas" del cine y la televisión en fotografías en las que han quedado mal no para reírse, sino para sentirse mejor consigo mismas, están dando un mensaje de supeficialidad alarmante.
Preocupémonos por que nada impida que podamos dedicarnos a lo que queramos, no a decidir lo que los demás deben ser.