sábado, 4 de mayo de 2013

Que lo hagan otros

Si hay algún rasgo que los españoles hemos conservado culturamente a lo largo de la Historia es ese individualismo egoísta y cínico que solemos aplicar habitualmente. No importa la clase social, el nivel cultural, el sexo, la región... De una manera u otra, nos afecta a todos. 
Un paisano de ideología socialdemócrata es más o menos consciente de que el "estado del bienestar" se sostiene en gran medida con impuestos altos. También sabe que cuando el estado ingresa menos y gasta más, es necesario subirlos. Esta persona estaría a favor de que se subiesen en este caso los impuestos... Pero no a él, sino a esa entidad etérea indefinida que llaman "los ricos". Del mismo modo, espartanos y atenienses descargan su conciencia pensando que otros pagarán el IVA que ellos defraudan cuando coontratan servicios "sin factura", al mismo tiempo que lamentan que no gaste dinero en determinados servicios públicos. 
Los líderes del Partido Popular dicen seguir las tesis del liberalismo económico. Proponen el emprendimiento como uno de los pilares fundamentales del crecimiento económico y lamentan que España carezca culturalmente de iniciativa empresarial... Eso sí, todo desde la barrera, porque todos ellos lo primero que han hecho tras terminar sus estudios es opositar a una plaza de funcionario o hacer carrera profesional exclusivamente dentreo de la política. 
Todos estamos concienciados con la necesidad de un relevo generacional para evitar el colapso del país, pero nos cuesta tener que renunciar a la independencia, flexibilidad y al ocio para decidir tener hijos. De nuevo pensamos que es algo necesario, pero que mejor lo hagan otros. 
Si hiciésemos una encuesta entre los empresarios patrios, no me cabe duda de que el 100% estarían de acuerdo con que la inversión en investigación y desarrollo es fundamental para la competitividad de una empresa y de la industria nacional en general. Pero lo cierto es que casi nadie destina su dinero a este campo, porque no genera dinero a corto plazo. Y no, la caza de subvenciones disfrazando contrataciones de empleados como si fuesen investigadores no cuenta. 
Si una bombilla de la escalera se estropea, confiamos en que otro vecino avisará al presidente de la comunidad para que lo solucione. Si una mujer embarazada entra en nuestro vagón del metro, confiamos en que otra persona se levante para no tener que hacerlo nosotros. Si nos descargarmos una película de internet, tenemos la conciencia tranquila porque pensamos que la industria del cine sobrevivirá porque habrá otros que vayan a las salas o compren en DVD... Y así un largo etcétera. 
Puede que esta inquina, y no la tópica vagancia, sea una de las explicaciones de la baja productividad en España.